El nombre es el primer significante del sujeto.

El significante es la forma material que toma un signo, la cual puede ser la escritura de una palabra –grafía-, una imagen visual o mental. Por otro lado, el significado es el contenido mental que se le otorga a un signo lingüístico. Tanto significante como significado interactúan permanentemente en el desarrollo de las comunicaciones.

El primer significante que el ser humano adquiere es su nombre, tomándolo desde el momento en que los padres conocen la existencia de un embarazo que pretenden llevar a término –no abortar-, por lo cual la totalidad de las expresiones asociadas al nuevo ser se caracterizan por la presencia de esta huella.

La apertura mental que los padres tuvieron hacia este nombre puede ser algo que  aparentemente, en ciertas situaciones, no fue asociado a nada. En otras situaciones, este nombre se encuentra enlazado a recuerdos positivos producto de una historia familiar.

Dicha asociación de este primer significante con la historia, más las condiciones en las que se desarrolló el embarazo y el parto, propician que cuando se nombre al niño, después del haber nacido, su familia entera, especialmente sus padres, den a este nombre una variedad de significados.

De esta manera, las representaciones que los padres y los miembros cercanos otorguen a este nombre, pueden ejercer una influencia importante en las características de apego que los adultos sostienen con el menor e incluso en el tipo de educación que estimularán para su descendiente.

Mediante el nombre, el individuo particulariza cada parte de su cuerpo, de la misma manera que estructura la imagen inconsciente de su cuerpo, puesto que la interacción con los otros le permite darse cuenta de sus partes corporales, especialmente aquellas que no puede visualizar, y también del funcionamiento de estas.

Con el crecimiento, el niño aprende a distinguir ciertas especificidades de este llamado por su nombre. Así, el menor puede conocer el significado que dan sus padres cuando nombran a su hijo con un tono de voz determinado –tono suave, pausado y amoroso o tono acelerado y fuerte-, o cuando reciben el llamado en distintos contextos –ejecuta tus deberes, ayúdame en alguna tarea..-.

Algunos padres no aguantan la carga emocional que implica este primer significante en su hijo, nombrándolo por un sobrenombre, apodo, animal cariño, diminutivo.., debido que si lo llaman por su nombre, esto producirá malestares en los adultos que no quieren o no son capaces de tramitar.

Estas situaciones pueden ocurrir cuando el niño sufre un percance delicado de salud durante sus primeros meses de vida o cuando existe una crisis en la pareja que desemboque en la separación de los padres. En este caso, los dos padres o alguno de ellos pueden crear un significante particular para nombrar a su hijo, el cual le permita olvidar aquello anterior, puesto que fue desgastante y desequilibrante.

Dicho significante de reconocimiento puede confundir al infante, logrando que él responda de manera positiva cuando es llamado por su apodo, mientras que si es llamado por su nombre de pila, responderá sintiendo que es un regaño puesto que en escasas ocasiones los padres llaman a su descendiente de esa manera.

El nombre como primer significante es aquel que determina la historia del niño con sus figuras parentales, con su familia extensa, con el saber y con los diferentes objetos. Significante que a pesar que permite la individuación del sujeto, también lo remite a un pasado familiar.

Desde este punto de vista, los conflictos que la persona tenga en cualquier etapa de la vida, tiene sus orígenes en la dinámica ocurrida durante la formación de este primer significante, puesto que este proceso involucra el lazo emocional con sus primeros objetos de amor –padres-, quienes se representan a ellos mismos y, de la misma manera, al orden social.

El nombre como primer significante para la familia y las personas allegadas a este entorno, se convierte, también, en un significante inicial para el ordenamiento social desde el momento en que el niño es registrado con su nombre seguido de su apellido materno y paterno. Este primer significante también comienza a funcionar para la comunidad religiosa que los padres sigan, en caso que la tengan, mediante una ceremonia con contenido simbólico.

El hecho que los adultos introduzcan a su hijo dentro de la sociedad y en un grupo específico, implica que los padres dejaran de sentirlo como un sujeto de deseo propio y encaminaran sus esfuerzos a la adaptación de su descendiente a la colectividad.

El resultado de este trabajo, lo cual se puede visualizar en los logros o en los inconvenientes que tenga su hijo en distintas temáticas, producirá su enorgullecimiento o su insatisfacción, puesto que los mayores, desde su fantasía, se sienten juzgados por los demás.

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